GOLPE
tenían la Biblia y nosotros teníamos la tierra. Y nos dijeron: "Cierren los ojos y recen", Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y nosotros teníamos la Biblia.”
Lo que ocurre en Bolivia es un GOLPE DE ESTADO. No hay dudas. No puede haber medias tintas ni medias verdades que son mentiras enteras. El tal Camacho (empresario vinculado al gas y la energía que Evo Morales afectó con su ley de nacionalización de Hidrocarburos), fue a golpear las puertas de los cuarteles y las comisarías. La Bolivia «blanca» y poderosa le pidió al presidente electo por voluntad popular que se fuera. Incendiaron casas, secuestraron dirigentes, les cortan las trenzas a las cholitas y escupen a los dirigentes indígenas porque no pueden entender que un pueblo aymara tenga un presidente aymara.
Evo Morales ganó las últimas elecciones. Nadie lo discute. Se denunció como irregular el porcentaje que lo declaró triunfador en primera vuelta. La OEA, dominada por Trump y sus amigos, se contradijo varias veces y terminó pidiendo un ballotaje. Morales aceptó volver a votar. Pero el jefe del Ejército le pidió la renuncia. Ahora, la oposición derechista habla de nuevas elecciones, pero sin que se presente Morales ni sus partido.
Hace 13 años que el morocho de Evo Morales gobierna Bolivia. Es el país con menos inflación del continente (1,53%, aún menos que Estados Unidos) tiene apenas 4% de desocupación, redujo 25 veces la desigualdad social y no para de crecer. Los números, aún los del FMI, marcan que Morales es el mejor presidente que pudo tener el pueblo boliviano. Mejor dicho: la mayoría del pueblo boliviano.
Pero, como suelte suceder a muchos líderes en el mundo, pecó de personalismo. O no supo generar nuevas dirigencias para el colectivo que creó. Y le abrió la puerta al golpe de quienes por odio, por codicia y por racismo, estaban esperando la oportunidad. Evo Morales reformó la constitución que habla de sólo dos mandatos. Pidió no contar su primera presidencia. Luego de cumplir dos llamó a un referéndum para poder ser reelecto. Lo perdió. Apeló a la justicia para poder presentarse y lo logró. Ganó las elecciones limpiamente, pero ensuciando las institucionalidad en un mandato que lo declaró presidente hasta enero. Las denuncias de fraude de la última elección, que parecen más una excusa que una realidad concreta, terminaron abriéndole la puerta al golpe que estaban preparando desde el Norte. Ese Norte, que junto a la América bolsonarista, espera para sacar al «indio» del poder y disponer del litio, el gas y privilegiar a los mismos de siempre.
Evo pecó de personalismo y la derecha aprovechó para cobrarle los costos que la revolución le ocasionó al poder boliviano.
La derecha boliviana y continental no paró hasta derrocarlo. Pidieron elecciones. Hubo. Denunciaron fraude. Pidieron auditoría internacional. Hubo. Pidieron ballotaje. Se anunció. Pero sacaron el ejército y la policía a la calle para echar a Morales. Renunció. Ahora quieren nuevas elecciones, pero sin que se presente Evo ni su partido.
Un empresario se auto proclama presidente con la biblia en la mano y los fusiles cuidándole la espalda.
¿Si eso es un golpe de Estado, qué es?.
Macri se mostró preocupado, pero no habla de golpe. Sus socios los radicales cuestionaron el golpe como la mayoría de las fuerzas políticas locales y otros líderes mundiales. Salvo Trump y Bolsonaro. Dime con quien andas....
El pueblo boliviano debería poder resolver sus cuestiones institucionales democráticamente. Votando, Eligiendo. Con todas las garantías. Votaron y el Presidente que ganó fue echado por la fuerza. No puede haber discusión acerca de repudiar un golpe de estado. NO AL GOLPE. LA VIOLENCIA SIEMPRE ES EL LIMITE.