12 de Octubre: POR SU NOMBRE....
(por WALTER DITRICH.- walterditrich@hotmail.com).- Sólo se escucha el viento. Ya no truenan entre los pastos de la pampa cercana los gritos de la indiada anunciando la batalla. Tampoco se escuchan los ecos de los fusiles retumbando entre las cuevas de los peludos. Esos carroñeros criollos que se habrán hecho un festín con las decenas de muertos que quedaron dispersados en estos campos hace 162 años.
«En este lugar se desarrolló el Combate de Pigüé. 15 y 16 de Febrero de 1.858. Comisión Nacional de Museos y Monumentos y Lugares Históricos. Ley 12.665. 4-12-1959», aún se lee sobre el mármol gastado de un monolito olvidado. El mamotreto, está ubicado a un costado del camino real que conduce a Estación Ducós, a unos 10 km de nuestra ciudad y cerca de la planta de reciclado.
El monumento nacional, olvidado por la mayoría, retrata el lugar donde según la historia oficial las fuerzas del Coronel Granada vencieron al «temible» cacique Calfucura, propinándole una contundente derrota que implicaría el principio del fin para quien fuera amo y señor de las pampas desde las Salinas Grandes (Carhué) hasta el Río Colorado.
El historiador Ernesto Monferrán – impulsor del monumento que recuerda la colosal batalla- retrata en su libro El Ejercito de Operaciones del Sud y la Batalla de Pi hue lo acontecido. Comienza citando que durante los primeros días de febrero de 1.858 ese ejército que tenía por fin conquistar «el desierto» se asentó en las nacientes del arroyo Pi hue. Aguas abajo el cacique Calfucura al frente del ejército confederado indígena esperaba para el choque.
Es que a esta región concurrían los caciques y capitanejos a deliberar. El corral de piedras de Curamalal hacían a este lugar de citas, además de la «gruta de los espíritus» ubicada en nuestro cordón serrano.
La batalla: Al atardecer de aquel día 15 de Febrero, la historia oficial señala que un chasqui de Calfucura arribó al campamento del Ejército del Sud con una nota para el Sargento Iturra (a quien conocía el líder indígena) pidiéndole dialogar. Iturra con unos treinta hombre partió al campo enemigo para parlamentar. El ejército nacional, dejó asentado en su parte que cuando el enviado se dirigía a dialogar, Calfucura despachó a la costa del arroyo una fuerza de 200 lanceros. Por lo cual Iturra emprende la retirada y a pesar de ser su caballo boleado tres veces logra sobrevivir; aunque con cinco bajas en su escolta.
El coronel Granada, entonces, apostó a sus fuerzas para el ataque en la costas del arroyo rodeando las haciendas y caballos. La fuerza de Calfucura prendió fuego al campo y avanzó. La lucha fue encarnizada y al caer la noche el campo mostraba muchas bajas y los signos de la batalla.
El 16 de Febrero a las 5 hs, unos 400 guerreros de Calfucura reinician los combates atacando por la retaguardia y pasando el arroyo. Pero la artillera del comandante Charlone los repelió. Entró en acción el regimiento de húsares del Plata, haciendo fuego con obuses ligeros y cohetes a la Congreve provocando la dispersión enemiga. Conesa y Paunero mantuvieron también fuertes combates en sus alas del ejército hallando fuerte resistencia hasta que un regimiento de fusileros abrió gran cantidad de fuego, lo que obligó a dispersarse a los indígenas abandonando el lugar.
Un regimiento concurrió a «las lagunas del Pi hue» pero el campamento aborigen estaba ya abandonado.
El monumento olvidado, recuerda el lugar de la matanza. Alrededor es todo silencio. Mismo silencio con que la historia oficial borró a los originarios que surcaron libremente estas tierras antes del genocidio del huinca.
En el ingreso a nuestra ciudad, el vencedor que posibilitó la usurpación de las tierras de Calfucura, tiene un pedestal que lo recuerda y una plaza que lleva su nombre.
Los chicos que juegan en esos juegos y la mayoría de sus padres, quizás no sepan que el lugar homenajea a quien combatió a los legítimos habitantes de estas tierras en post de «el progreso». Aunque en realidad, Granada primero, y Roca después, saciaron la sed de progreso económico de las clases dominantes de la época que buscaban tierras para su ganado y salinas para conservar esa producción.
Nada recuerda a los habitantes originarios de estas tierras. Sufrieron la violencia primero y el olvido después. La amnesia colectiva los castigó a la hora de edificar monumentos, nombrar plazas o calles.
Roca, ese general barbudo que aparece en los billetes de $100, inició años después la conquista de «UN DESIERTO» habitado, masacrando a dos millares de aborígenes y capturando 14 mil prisioneros que luego fueron reducidos a la servidumbre.
Tal vez, sólo tal vez; podríamos comenzar la reparación histórica del genocidio más cruel que vieron estas tierras, nombrando a estos lugares por su nombre: Pi Hue en lugar de Pigüé; Calfucura en lugar de Granada y celebrar cada día la diversidad cultural en lugar de seguir nombrando al 12 de octubre como día de la raza.