(Por Walter Ditrich- walter@semreflejos.com.ar).-Celeste y blanco. Blanco y celeste. Alta en el cielo. Messi la eleva. Y con las apariciones mágicas de «la pulga», 40 millones de almas se levantan de Ushuaia a La Quiaca dibujando una ola gigantesca. El ¡Vamos Argentinaaaaaa!», resuena en las ciudades, los campos, los valles, las montañas, los ríos y los desiertos. Es un grito que nunca se acalla. Porque el eco de un garganta se une con otra en un coro maravilloso.
Caras pintadas con los colores que más queremos. Esos, que Belgrano izó por primera vez hacia un cielo igual de celeste en las barrancas del Paraná. Es la bandera de la patria mía. Con una promesa de lealtad inquebrantable, cada cuatro años nos brota de las venas ese sentimiento profundo que nos hace cantar el himno a gritos, saltando, con un coro tribunero. Cuando Messi se acomoda la cinta en el centro de la cancha y como un prócer, echa a rodar una nueva ilusión, se para el país. Todo se detiene. No hay nada más importante. Los goles se gritan en los comercios, en las fábricas, en los hospitales, en las escuelas. Los aulas se inundan de papelitos y la clase de matemática se convierte en técnicas de Aliento a la Selección. En lugar de construcción de ciudadanía, se enseña PRACTICAS DE HINCHADAS NACIONAL, y todos somos felices. Aunque sea por un rato. Nos sentimos más argentinos. Estamos más unidos. Salimos a festejar y por una vez, no hay un rival insultando desde la otra vereda. Porque Messi nos hace felices a todos, y a todas.
Cuando juega la selección, estamos orgullosos de ser argentinos y se lo hacemos saber al mundo entero.
Qué bueno sería que cantemos el himno igual de fuerte todos los 25 de Mayo. Qué genial sería que se vendan tantos posters de San Martín como figuritas de Messi. Qué bien nos haría que, al igual que se para el país cuando juega la Selección; todos los 17 de Agosto a las 15 hs pase lo mismo. Y que, al conmemorarse un nuevo aniversario de la muerte de nuestro prócer máximo, 40 millones de almas hagamos un minuto de silencio y aplaudamos a quien dio todo por hacernos libres. Y no pidió nada a cambio. Hasta se pagó el viaje. Y en lugar de un mundial en Brasil, tuvo que cruzar un ejército por la cordillera. Qué bueno sería que el 20 de Junio agitemos la celeste y blanca con la cara pintada de argentina y se cuelguen tantas banderas como las que se colgaron ayer. ¿No sería fantástico que salgamos corriendo del trabajo o la escuela todos los 9 de Julio para celebrar el cumple de la patria?.
Cuando juega la selección, todos estamos orgullosos de ser argentinos. Cada cuatro años, nos sentimos los mejores del mundo, por lo menos, por un ratito. Si pusiéramos la misma pasión por la celeste y blanca cuando no juega la selección, tal vez; sólo tal vez; nos sentiríamos más comprometidos en la defensa de una nación a la que suelen ganarle por goleada bastante seguido fuera de las canchas de fútbol.
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