Editorial
18 de Enero de 2021

FERNANDO BAEZ SOSA: "La verdadera grieta"

FERNANDO BAEZ SOSA: ”La verdadera grieta”

(walterditrich@hotmail.com).– La muerte del joven Fernando Báez Sosa  conmocionó al país. Más allá del potenciamiento mediático del caso, es evidente que ese crimen evidencia que la grieta en la Argentina no es sólo político partidaria. Los argentinos no sólo estamos peleados por Cristina o Macri. Existe, en el sustrato de nuestro ADN un profundo odio de clase.

Hablar de “lucha de clases” hoy parece atrasar con conceptos setentistas que nos remiten a la teoría marxista más ortodoxa. Pero analizando la muerte de Fernando en Gesell, vemos que hay mucha grieta de clases sociales que dispararon un rating usufructuado al máximo por la industria mediática.

Fernando, un pibe morocho de origen paraguayo, hijo de porteros de edificio, y con el sueño de ser abogado va por unos pocos días a Gesell. Playa “cheta”, meca del consumo, reservada en el imaginario popular para “gente bien”. El medio pelo argentino confinaría un sitio en Las Toninas para familias como la de Báez Sosa. Los asesinos son rugbiers que participan de un deporte identificado con las clases sociales y pertenecen a “familias acomodadas” que se nuclean en clubes más reservados y un poder adquisitivo muy diferente al de Fernando.

La vida los confrontó en el mismo boliche. Un cruce, un vaso que se derrama. Dos historias escritas para no entrelazarse casi nunca que se chocaron en segundo mínimo. La patota, la violencia, el alcohol, el descontrol. El odio de clase. El “negrito” paraguayo que “me mancha la camisa con vino en un boliche de la playa vip” . La patota reacciona marcando límites, como las manadas. Sienten a Fernando como un usurpador. Reaccionan llevándose el mundo por delante a las patadas. Como en la selva. Aplicando la ley del más fuerte. Como en el scrum. Como fue siempre e hicieron por generaciones muchos “nenes bien” de las clases acomodadas. Le gritan “negro de mierda” mientras lo rematan a patadas en el piso. Y se van al chalet que alquiló papá a transitar la resaca de un enero descontrolado. Seguramente no se dieron cuenta que acaban de matar . Siguen viviendo sin freno. Sin límites.

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Si el mismo hecho hubiera pasado hace un par de décadas atrás, en la prehistoria de las redes sociales, podríamos predecir otra crónica de esa muerte anunciada: Los papás de los rugbiers interviniendo, el hecho jamás hubiera saltado a la portada mediática nacional y el “accidente” de la pelea habría quedado impune. Porque Burlando hubiera defendido a los pibes de su barrio (privado). Y los billetes de papá y mamá hubieran puesto las cosas en su lugar: los rugbiers en su club y el morocho paraguayo hijo de porteros bien enterrado por el olvido impune de los que no pueden pagar una justicia justa.

Pero el escenario nacional hoy es distinto. Vomitando odio social por las redes, los oscuros del populacho nacional exigen justicia por Fernando y liberan décadas de injusticias reprimidas en sus comentarios. Nos revelan las “portaciones de apellido”, los privilegios de los mismos de siempre, los ladrones de guante blanco y esa remanida argentinidad de institucionalidad berreta.

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La grieta clasista no sólo separa a los morochos de los rugbiers por el color de piel . Tiene que ver también, con la prejuiciosa levedad de nuestro ser nacional. ¿Qué hubiera pasado si el muerto en la pelea era un rugbier hijo de familia acomodada?. ¿Qué hubiera exigido la opinión pública si los diez agresores eran pibes morochos del Conurbano?. ¿Se pediría justicia o pena de muerte?. Si los pateadores hubieran sido trapitos haciendo temporada y la cabeza pateada la de un nene bien… ¿No habría salido Susana a pedir: el que mata tiene que morir?… Si el color de piel de víctimas y victimarios fuera inverso, no enervaría a la nación la celda vip de los detenidos. Se pediría “matarlos a todos, porque encima hay que mantener a esos negros delincuentes en la cárcel” (sic del discurso dominante).

Las grietas existen y son muchos más profundas que el amor odio que generan “la yegua” y “el gato”. En todo caso, la pelea político partidaria es otro emergente.

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Fernando y los rugbiers. Los pudientes y los excluidos. Los rubios y los cabecitas negras. El interior y la capital. La gente “como uno” y los otros. Los barrios y los countries. Unitarios y federales. Los que tienen abogado y los indefendidos de la defensoría oficial. El que tiene agua potable y el que no. El de la prepaga y el que “cayo en la salud pública”. El que come todos los días y el que, con suerte, come salteado…

La grieta es mucho más profunda. Disimularla no la resuelve. Al contrario, es liberador evidenciarla con toda su injusticia animal . Entender de qué lado de la mecha te encontrás es imprescindible para entender el mundo que, nos y te toca. El tema no es la brecha, sino qué hacemos con ella.

“Como se sufre a ambos lados de las clases sociales, ella sufre en su mansión y yo sufro en los arrabales” cantaba Arjona con dudosa poesía y nulo compromiso social. Es hora que el guatemalteco entienda que, definitivamente, se sufre mucho más en los arrabales que en una mansión. Avísenle a Arjona:  es más difícil para Fernando que para los rugbiers acceder a una justicia justa.

Mientras, descubrí  de qué lado de la grieta te encontrás. Y si querés achicarla, miremos más hacia los arrabales y menos hacia las mansiones,  donde todo es más fácil.

(*) TEXTO PUBLICADO POR EL AUTOR EL 7/02/20

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