Preparar la merienda, conseguir un par de botines o una camperita de abrigo. Son algunos de los gestos solidarios y de amor que María Esther, Nidia y Mica ofrecen a los chicos de las inferiores del club Unión después de los entrenamientos. “Somos un poco las mamás o las abuelas” dicen. “Una vez que llegás a Unión, te enamorás y no te vas más. Acá todo es sacrificio y ponerle onda pero hacer algo por los chicos hace que la vida tenga otro color” aseguran.
A excepción de Nidia, que tiene a su hijo jugando en la séptima división, las otra dos son simples colaboradoras de la institución que venían trabajando en el club y tras la interrupción por la pandemia, ahora retomaron las actividades. Mica, Nidia y María Esther, preparan la merienda, cuando pueden la refuerzan con alguna fruta y todo conseguido a través de donaciones de comercios y particulares.
“Salimos a pedir ayuda y mucha gente nos ayuda con la leche, masitas y así vamos dando la merienda. Somos nosotras tres y a veces viene alguna mamá a ayudar o nos mandan tortas” comenta María Esther quien colaboró durante nueve años con el club Unión, luego hizo un paréntesis y ahora jubilada decidió volver a trabajar en la institución.
A su turno, Nidia asegura “Unión es parte de mi vida. Siempre estoy acá y ahora me metí también en la comisión. Desde siempre se colaboró con la merienda para los chicos porque así vienen a entrenar con más entusiasmo”.
En la actualidad asisten casi 30 chicos en grupos burbujas de 10; pero antes de la pandemia concurrían alrededor de 70 niños.
“El fin es cuidar a los chiquitos de Unión, que son el semillero de los jugadores del futuro. Cuando uno siente que hace cosas buenas por los chicos, la vida tiene otro color” aseguran las tres colaboradoras.
